Hace más de veinte años que este artista pampeano aterrizó en España donde aun hoy vive y se desarrolla como clown. Viajó por festivales en todo el mundo actuando con su gran variedad de personajes e impartiendo cursos de clown.
Por eso, en esta entrevista, Luis, o más conocido como “Loco Brusca”, nos cuenta de su pasado, su presente y su experiencia tras haber pasado por la última Convención Argentina de Circo.
¿Cuándo empezó tu trabajo como artista?
Comenzó de chico, en mi pueblo, La Pampa. Allí ya tenía inquietudes que no podía satisfacer porque no había nada más que folklore (y aún es así, aunque ahora hay un grupo de teatro, un gran avance ya que no se promueve mucho la cultura vanguardista en esos lugares). Siempre me gustaban las aventuras, las películas y la fantasía. Me hacía la película, imitaba a los personajes de la tele durante toda la secundaria y hacía poner de la cabeza a los profesores, ya que las risas y las tonterías que podía llegar a decir eran hilarantes. Así me fui haciendo un poco al show, a romper el hielo, el timing del gag y de estar atento a lo que ocurre. Esos años de bachiller, pensándolo bien, me han dado una buena base para la comunicación.
Luego comenzó una búsqueda más profunda, más interior, de saber que tenía que decidir qué quería hacer en mi vida. Y la expresión artística era lo más atractivo y afín a mi persona, por todas esas experiencias en la secundaria.
De hecho, también en la primaria hice espectáculos que me gusta recordar porque tiene que ver más con lo que vivía en esos momentos. Es algo entrañable, sobre todo cuando tienes hijos y ves a los tuyos y la ilusión que tienen por hacer un personaje, divertirse, disfrazarse, jugar a que soy tal o cual.
¿Por qué decidiste seguir con tu trabajo en España?
Me fui a España en un momento de cambio en Argentina, el ‘85. La escuela de teatro era un kaos, Buenos Aires era un kaos y mi vida también era un kaos. Pensé que tal vez podía desarrollar mi carrera con mejores resultados en España. El tiempo dirá si ha sido acertada la elección.
He tenido la oportunidad de aprender cosas que me dieron buenos resultados en esa búsqueda. He conocido gente, colegas, amigos, familia. Al final, más de la mitad de mi vida se ha desarrollado aquí, es un camino largo cuando lo miro, y aún me siento súper joven y con muchas cosas por aprender, experimentar y disfrutar.
Comencé con el clown, la comedia física, casi por accidente.
En 1985 me fui a Barcelona a estudiar dirección de cine y después de un año allí tuve un hijo, algo que llevó a tomar un cambio en mi vida. La situación era difícil, la calle era una selva comparada con lo que hay ahora. Necesitaba dinero rápido con lo que supiera hacer. Entonces con las clases de teatro que había hecho los años anteriores en Buenos Aires en el Conservatorio de Arte Dramático y un poco de Morro / Jeta / Coraje / Huevos / Necesidad, y la situación familiar que vivía en esos momentos, comencé a salir a la calle. De allí en adelante me interesé por el desarrollo y la comprensión de los mecanismos del humor, el cuerpo y hacer reír a la gente.
“Eso es lo más difícil”, decían cuando estudiaba teatro. Y será que me gustan las dificultades.
Aun hay un largo camino que tengo que aprender de este maravilloso arte y espero seguir compartiéndolo con la gente en todo el mundo.
Es una sensación de plenitud cuando un público cambia su estado por efecto de las risas causadas, a su vez, por las tonterías, locuras y fantasías de los comediantes.
Es un trabajo que me gusta cada vez más y espero morirme haciendo reír a alguien a mi lado, quien sea. O si estoy solo, ver todos esos momentos que me llenaron la vida y me hicieron olvidar otros dificilísimos, pero que tal vez marcaron un gran cambio interior para desde allí renacer una y otra vez. La vida es una función, siempre; cada día te tiene que salir como un buen show, así que hay que hacer lo mejor que uno puede y meterle imaginación, sea una función fácil o una difícil.
También aquí habría que hacer una reflexión acerca de si mi trabajo es de clown o bufón - término que cada vez más amigos y conocedores de estos metieres utilizan conmigo para determinar qué estoy haciendo, y coincido con ellos. Hay bastante acidez en el trabajo, lo que hace que esté más cerca del bufón que del clown, como se comprende, más sutil y naif. Pero también el neo clown es un actor formado con diversas técnicas y un buen control y conocimiento de su cuerpo, sus posibilidades, su capacidad de improvisación, creatividad y, sobre todo, su humanidad, sus experiencias en la vida y su corazón para llevarlo a la comedia, al humor. Es así como mucha gente mete todo en el mismo saco y le llama a todo clown.
Por ejemplo, el bufón no se preocupa por criticar a nadie en la corte, incluso al mismo Rey, ya que está al lado de él y lo hace reír, pero también lo critica, aunque le cueste la cabeza, pero ¿por qué es esto? Porque a él no le importa la jerarquía, está más allá, no tiene nada que perder y arriesga, se mete con ellos, no le preocupa figurar por algo que no es. Él es bufón y muy seguro y conocedor de todo lo que ocurre, por eso tiene esa ventaja, incluso sobre el Rey, porque está también entre el pueblo. Se podría decir que está por arriba de la clase baja y también por arriba de la nobleza. Tiene unos poderes casi transcendentales. Donde un clown naif fracasaría a manos de un público desalmado, el bufón se comería al clown y se ganaría al público, que es lo que le interesa.
Que cada uno haga sus conjeturas sobre quién es el Rey.
Sin embargo, un clown rescataría un show desastroso de un bufón en frente de un público más “sensible” con alguna de sus tiernas salidas o con un aire más juguetón de corazón amable.
Por eso es mejor manejar esas energías dentro del personaje, que finalmente es la lucha entre la luz y la sombra en nuestra vida diaria, que podemos fácilmente transpolar y sacarle mucho provecho. Una prueba de eso es “El hombre esquizofrénico del S. XXI”.
Como referentes tuve, en los primeros tiempos, a Johnny Mellville, con quien me identifico en su trabajo corporal y de quien aprendí el chimpancé, improvisación y la importancia del trabajo de cuerpo en el artista. De hecho los talleres que doy están basados en su línea de trabajo.
Con Jango Edwards aprendí mucho viendo sus shows en los inicios de los ’90. El ritmo, la cantidad de gags para una situación, su libertad en el escenario.
También me gustan los clásicos como Chaplin, Keaton y Lloyds. La presencia de esos personajes es increíble, son muy fuertes energéticamente.
Pensando en referentes argentinos tengo que nombrar a Biondi y Olmedo. Esa facilidad para improvisar y esa desfachatez.
Desde hace unos años estoy investigando e introduciendo el Butoh como técnica de expresión de los sentimientos y emociones, y jugarlos con humor.
Tuve la oportunidad de viajar a Japón en varias oportunidades y en los últimos viajes trabajé con Yoshito Ohno en Yokohama. Sus clases son una maravilla, no sólo como maestro de una técnica donde la poesía está constantemente sino que aprendés de su humildad, amabilidad y simplicidad.
Y la experiencia es muy enriquecedora. Yo la recomiendo a todos los artistas en general. Si consiguen un buen maestro de Butoh, que le dediquen un tiempo a eso. No siempre hay que aprender algo para incorporarlo al show, también está el aprendizaje complementario que nos va a dar otras visiones de la expresión y disfrutar de nuestra creatividad. Disfrutar de tu propia libertad, creatividad, aunque estés solo.
También Leo Bassi, Courtemanche, Peter Sellers, Monthy Piton; en general el humor que rompe con moldes populares aunque finalmente terminan conquistando al gran público ya que la propuesta es intensa.
En su Caso Leo es el referente más cercano que tengo con respecto al bufón actual, y tuve la buena suerte de conocerlo al inicio de mi carrera. Viendo sus espectáculos aprendí mucho del manejo del público y las reacciones.
Monthy Piton es también un buen ejemplo de la crítica a los fundamentos sociales, se meten con todos, no dejan a nadie sin criticar y sacarle punta.
Y un montón de humoristas de diferentes estilos y países.
¿Qué cosas querés transmitir a los espectadores con el contenido de tus espectáculos?
Quiero transmitir diferentes mensajes, pero siempre con humor. A veces lo he logrado con mayor éxito que otras. Pero pienso que es importante dar algo sustancial al público. Por supuesto, la última palabra la tiene el artista. Pero nada más pleno que quedarte satisfecho en todos los aspectos de la creación.
Después de haber pasado por la última Convención Argentina de Circo, ¿cómo fue tu experiencia? ¿cómo ves la escena del Circo local?
Me gustó mucho participar en la convención con los trabajos que presenté como shows y los talleres que impartí. Noté una muy buena reacción y recepción de parte de los participantes.
Al Circo local en general lo veo con buena técnica pero le falta desarrollar la creatividad, arriesgar un poco más, pero en nuestro país hay un gran potencial. Así que es solo cuestión de tiempo y de buenos maestros para abrir los canales de la creatividad y la inquietud de los artistas, eso es lo que importa finalmente.
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